Llegar a casa debería de ser sinónimo de entrar en un lugar cálido y acogedor, pero no siempre es así. Cuándo se vive en un piso antiguo o incluso en uno moderno con malos acabados, podemos encontrarnos con que el frío entra a través de ventanas que no cierran correctamente o de paredes que no tienen un buen aislamiento térmico. De poco nos vale poner la calefacción si el calor que produce se escapa por todos lados, haciendo que gastemos un montón de dinero para conseguir una temperatura que nunca parece ser la más adecuada.
Las ventanas suelen ser el punto débil de nuestros hogares. Debemos de seguir consejos tales como no airear más de diez minutos al día, suficiente para renovar el aire, y abrir las cortinas durante las horas de sol para que el calor natural entre en casa. Sin embargo, es importante que las ventanas cierren correctamente y también que tengan un grosor adecuado. El doble ventanal o las ventanas de climalit no solo harán que la casa esté mucho más caliente, sino que también aislarán del ruido del exterior. Lo mismo sucede con las puertas que dan a balcones o a terrazas abiertas y que a menudo son auténticos coladeros de aire helado durante el invierno.
Condensación en las paredes
Otro de los problemas de muchos hogares son las paredes excesivamente frías y que pueden además tener problemas de condensación. Se trata de las típicas paredes que “lloran”, con las consecuentes manchas de humedad que suelen aparecer en las mismas.
Muchas veces resulta imposible realizar una obra en la fachada que corrija este problema, ya que si se vive en una comunidad no es una decisión exclusivamente nuestra. ¿Quiere esto decir que tenemos que conformarnos y aguantar las consecuencias? Lo cierto es que no, es posible aislar las paredes de una vivienda de forma individual gracias a materiales como la celulosa de los que se aplica una capa fina que no roba espacio a la estancia y que no necesita de una obra, sino de un trabajo de uno o dos días.
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